Esperanza Aguirre: la 'Dama de Hierro' cañí quebrada por la corrupción de sus delfines

Esperanza Aguirre, durante la presentación de su último libro, titulado Yo no me callo.
Esperanza Aguirre, durante la presentación de su último libro, titulado Yo no me callo.
EUROPA PRESS
Esperanza Aguirre, durante la presentación de su último libro, titulado Yo no me callo.

Esperanza Aguirre ha dimitido. La "anglomaníaca" que declaró su admiración por Margaret Thatcher; la dirigente que vio en la política "una actividad temporal" a la que se ha dedicado durante 35 años; la 'lideresa' que presumía de que "nadie" podría acusarle de enriquecerse, pero que aupó a todo un equipo de imputados, abandonó este lunes su acta de concejal en el Ayuntamiento de Madrid -el único cargo público que ostentaba- para asumir su "responsabilidad" por la corrupción que, durante una década y media, proliferó a su sombra.

La condesa consorte de Bornos había renegado de su cargos dos veces en los últimos cinco años. La primera, en 2012, cuando alegó "motivos personales" -había sufrido un cáncer de mama pocos meses antes- para dejar la Comunidad de Madrid en manos de Ignacio González. Tras un breve paso por el Ministerio de Turismo, donde realizó una labor de asesoría que nunca justificó, fichó por la firma de cazatalentos Seelinger y Conde, un exilio voluntario del que regresó para encabezar la candidatura popular a la Alcaldía de la capital cuando Mariano Rajoy carecía de una opción mejor para tratar de retener la ciudad.

Su segunda renuncia, ya como edil municipal, se produjo cuando dejó la Presidencia del PP de Madrid en 2016, tras el registro que la Guardia Civil realizó en la sede de la calle de Génova por posible financiación ilegal en el marco de la operación Púnica. En esta ocasión, declaró su responsabilidad "in vigilando".

Esta vez, sin embargo, parece la definitiva. La dirección nacional le había dado un ultimátum. El encarcelamiento de González en la 'operación Lezo' la colocaba demasiado cerca del fango y al partido, acosado judicialmente en Murcia y Madrid, en una situación de extrema fragilidad. La necesidad de apuntalar la credibilidad del gobierno en minoría de un Rajoy que ha sido llamado a declarar por el caso Gürtel obligaba a mover ficha. Y la ficha era rubia.

De CQC a la Puerta del Sol

Esperanza Aguirre (Madrid, 3 de enero de 1952) inició su carrera política como concejal en Madrid (1983-1996). José María Aznar la convirtió en su ministra de Educación (1996-1999) y le dio la oportunidad de ser la primera mujer en democracia que presidía el Senado (1999-2002) y en dirigir una comunidad autónoma (2003-2012).

La baraka, su talento y el caso de transfugismo conocido como el Tamayazo le pusieron en bandeja el Ejecutivo madrileño en 2003. Fue al frente de la Comunidad donde la política aparentemente despistada e inofensiva a la que el programa televisivo Caiga Quien Caiga (CQC) ridiculizaba cada semana se transformó en "un animal político con siete vidas" -como la define un rival- capaz de conseguir tres mayorías absolutas consecutivas.

Sobrevivió a la caída de un helicóptero en Móstoles en 2005. De ella dijeron los testigos que salió del aparato sin un rasguño. Rajoy, que la acompañaba, quedó "descompuesto" y con un dedo fracturado. Ella volvió a su despacho en la Puerta del Sol tras negarse a ser ingresada. Su jefe de filas recibió el alta por la noche.

También salió indemne del atentado terrorista en el hotel Oberoi de Bombay (India) en 2008, donde murieron 125 personas. El alcalde de Majadahonda, Narciso de Foxá, relató en el libro El cosmopolitan, ¿es rojo? cómo la política salió del país dejando atrás a muchos de sus acompañantes. Cuando aterrizó en Madrid, corrió a la Real Casa de Correos para dar una rueda de prensa que convirtió en uno más de sus actos de propaganda. Allí, vestida con zapatos bajo los que asomaban calcetines blancos de punto, proclamó con una entereza poco habitual: "Hubo una ensalada de tiros [...] Pisé descalza varios charcos de sangre".

Liberalismo a la madrileña

Su figura creció hasta hacer sombra a la dirección nacional del partido. Esperanza buscaba las cámaras y daba titulares. Cuando necesitaba atención, solo tenía que abrir la boca. Con el PP de Madrid 'bunkerizado' a su favor, no dudó en lanzar una ofensiva contra Mariano Rajoy en el convulso congreso de Valencia de 2008, pero midió mal y tuvo que replegarse, consechando su primera gran derrota política. Tampoco logró vencer a Alberto Ruiz-Gallardón, cuyo hombre fuerte, Manuel Cobo, llegó a calificar como "de vómito" los comportamientos del entorno de la presidenta.

Aguirre se atrincheró entonces en su feudo y dedicó su tiempo a un solo proyecto: dar al vuelta a la Comunidad de Madrid como un calcetín. Durante los años de bonanza, expandió el Metro sin importar que las estaciones quedasen infrautilizadas, construyó ocho hospitales de gestión indirecta cuya rentabilidad social y económica ha sido más que discutida y multiplicó la inversión en colegios privados a costa de recortar fondos al sistema público. El hundimiento de Telemadrid, transformada en su órgano de propaganda particular, se convirtió en un icono de su gestión. La implantación de la educación bilingüe, el hito que más orgullo le provocó durante su última etapa, aún divide a la comunidad educativa.

"Soberbia" y con "ocurrencias"

Liberal en lo ideológico, pero hosca en el trato, Aguirre no distinguía a la hora de despachar con genio y "soberbia" a amigos y enemigos. Un periodista habitual de los corrillos madrileños retrató su altivez con esta frase: "Trata de tú a quien sabe que solo puede tratarle de usted". Solo su equipo más próximo -entre ellos, Isabel Gallego, su eterna responsable de prensa, y Regino García-Badell, su jefe de gabinete- utilizaban su nombre de pila; para el resto era, siempre, la "presidenta".

Los consejeros de su gobierno temían sus llamadas intempestivas y sus "ocurrencias" de última hora, como rememora un colaborador. En una ocasión, ordenó a su responsable de Medio Ambiente, Ana Isabel Mariño, que detuviese la demolición de un albergue en Navacerrada cuando la piqueta ya estaba en marcha y las cámaras de lo medios, en posición. "No te enfades, Anabel", cortó en tono paternalista cuando la consejera emitió un airado "¡Pero, presidenta!". El acto, que incluyó transporte, canapés y la movilización de las fuerzas de seguridad, costó miles de euros. El albergue continúa de pie, pero en ruinas.

Los grandes empresarios tampoco se le resistían. En otra de sus populares "visitas de obra" -sus favoritas eran las que tenían que ver con las infraestructuras- advirtió a Juan Miguel Villar Mir de que no volvería a pagar los 15 millones de euros que el presidente de OHL, investigado por el caso Gürtel y la operación Lezo, le aseguró que costaba una estación de Metro. "¿No podemos hacer un parking y que lo explotes para que sea más barato?", le espetó antes de darse la vuelta sin esperar la contestación del constructor, perplejo.

La 'Dama de Hierro' cañí, que tan pronto se embutía un traje de chulapa como se ponía a los mandos de una tuneladora, solo titubeó cuando sus colaboradores directos comenzaron a desfilar ante los jueces: Manuel Lamela, Juan José Güemes, Lucía Figar, Salvador Victoria...

Ella, que hacía y dejaba hacer, se quejó de haber sido engañada cuando Alberto López-Viejo siguió contratando sus actos públicos con las empresas de la Gürtel. Repitió la excusa cuando la trama Púnica hizo caer a su secretario general en el PP de Madrid, Francisco Granados. Ahora, se declara "traicionada" por González, el único que le ha puesto lágrimas en los ojos, un nudo en la garganta y puede que punto y final a su carrera política.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento