Crítica de 'Norman': Un brillante Richard Gere camina entre la lástima y la vergüenza ajena

  • Este 2 de junio se estrena 'Norman: El hombre que lo conseguía todo'.
  • La película está protagonizada por Richard Gere.
  • Este es uno de los mejores trabajos de su carrera.
Fotograma de la última película protagonizada por Richard Gere.
Fotograma de la última película protagonizada por Richard Gere.
A CONTRACORRIENTE FILMS
Fotograma de la última película protagonizada por Richard Gere.

¿Quién es Norman Oppenheimer? Nadie lo sabe realmente, ni siquiera el espectador. Norman Oppenheimer es un fixer de Nueva York, un hombre de negocios de poca monta que se dedica a facilitar contactos a políticos y empresarios, un tipo misterioso que vive obsesionado con infiltrarse en las altas esferas. Nunca sabemos si Norman Oppenheimer es una persona generosa con ansia de hacer el bien o un aprovechado, un patético estafador que inspira una constante sensación de lástima y vergüenza ajena.

Probablemente es una y otra cosa al mismo tiempo, pero sobre todo es un personaje fascinante, el núcleo de una película más que recomendable y uno de los mejores papeles de la carrera de Richard Gere, mucho más profundo, interesante y lleno de matices que los galanes que lo lanzaron a la fama. El resto del reparto, con figuras como Michael Sheen, Dan Stevens, Steve Buscemi o el fantástico actor israelí Lior Ashkenazi (prácticamente coprotagonista), cumple con creces, pero siempre a la sombra de ese deliciosamente lamentable Oppenheimer construido por Gere.

Norman: El hombre que lo conseguía todo (por primera vez en mucho tiempo casi prefiero la traducción al quizá demasiado revelador título original, Norman: The Moderate Rise and Tragic Fall of a New York Fixer) cuenta cómo este peculiar individuo logra acercase a un joven político israelí en sus horas más bajas y trabar cierta amistad con él. Tres años después, cuando dicho político se convierte en primer ministro de su país, la vida de Norman sube a un nuevo nivel en el que las consecuencias de sus actos y su forma de ganarse la vida le proporcionan algunas alegrías pero no pocos incidentes y disgustos.

Estructurada en cuatro actos, uno nunca sabe muy bien si está ante un drama, una comedia o un thriller político. Nuevamente vuelve a ser todo al mismo tiempo. A medida que avanza la película, uno asiste entre intrigado, divertido e incómodo a una sucesión de escenas dramáticas y penosas revestidas por un tono cómico que arranca sonrisas tristes, de esas de las que a veces uno se arrepiente.

En medio de esa atmósfera, con un claro toque a los hermanos Coen, el director israelí Joseph Cedar dibuja un atinadísimo retrato de los trapicheos, las redes de influencia, los intereses financieros e incluso la presencia religiosa que configuran el funcionamiento de la política actual. Para componer esta compleja realidad en pocos minutos, Cedar se sirve de una inteligentísimo montaje, de elipsis narrativas y recursos narrativos antiguos, de películas de otra época, pero tremendamente efectivos.

Tal vez le falta rematar con algo más de contundencia, con una moraleja más clara, impactante o perturbadora, ya que al final de Norman uno acaba con la misma cantidad de preguntas sin respusta que al principio, quizá más. Pero lo cierto es que eso es lo de menos. Como en la vida, lo que importa es el camino, el redescubrimiento del efecto mariposa en la figura de un hombre ambicioso, de un solitario charlatán que ve como su existencia da un vuelco gracias a un par de caros zapatos.

La insistencia de Richard Gere con esta película, que ha promocionado hasta la saciedad, está más que justificada. La película es buena, y el hecho de que la haya ligado a causas benéficas, aún mejor.

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