Cinco años llevaba Steven Soderbergh, centrado en sus proyectos televisivos, sin estrenar un largometraje. El último fue Magic Mike, protagonizado por Channing Tatum, en 2012. Y parece ser que el director tenía ganas de retornar al cine, no en busca de un Óscar sino para divertirse y divertir a lo grande, sin complejos ni pretensiones.

Con este claro propósito, Soderbergh ha recurrido de nuevo a Tatum, ha resucitado su exitosa fórmula Ocean's y lo ha pasado todo por el tamiz de la América profunda. Adiós a casinos, corbatas y gente de clase alta. Hola a paletos, ambientes rurales y carreras de NASCAR.

Ese es el microuniverso en el que los hermanos Jimmy, Clyde y Mellie Logan deciden dar un impulso a sus vidas y demostrar al mismo tiempo que son capaces de romper una supuesta maldición familiar que los hace a todos desgraciados. El plan para acabar con el gafe pasa por robar con éxito el dinero de la cámara acorazada de un circuito de carreras.

Y así comienza el disparate, una aventura ligera repleta de chistes y personajes carismáticos que confía en que el espectador se la tome tan poco en serio como la película se toma a sí misma. Mención especial merece una escena carcelaria que ya es, sin duda, el mejor tributo realizado hasta la fecha a los pacientes fans de George R.R. Martin y la saga Canción de Hielo y Fuego (Juego de Tronos para la mayoría).

Que nadie se confunda, esto no significa que La suerte de los Logan sea una producción tonta, facilona o de baja calidad. Soderbergh no ha bajado el nivel y lo demuestra con una historia perfectamente construida, narrada con gracia e inteligencia y, sobre todo, poniendo mucho cariño en los personajes.

Ellos y los actores que les dan vida son, a partes iguales, los responsables del gran disfrute que ofrece el filme. Tatum deja de ser un stripper profesional para convertirse en Jimmy Logan, un hombre cojo, en paro, divorciado y sin dinero al que se le ocurre un gran plan para mejorar su suerte. Su hermano Clyde, un camarero que perdiómedio brazo en la guerra de Irak, está interpretado por Adam Driver, que lo hace todo bien.

Sin embargo, gran parte del protagonismo lo acapara Daniel Craig en el papel de Joe Bang, un especialista en demoliciones encarcelado que es la pieza clave del rompecabezas. Ya dijo el actor británico hace algún tiempo que estaba cansado de ser James Bond, y parece que ha aprovechado este trabajo para desquitarse y hacer algo totalmente diferente. Craig echa a un lado la elegancia y el heroísmo del agente 007 y se convierte en un tipo canalla, intimidante y carismático.

El reparto no flojea ni en los actores secundarios, entre los que se encuentran estrellas como Katie Holmes, Seth MacFarlane y Hilary Swank.

Todos ellos dotan de corazón y simpatía a una película de esas que hacen que uno salga alegre del cine, una película de esas que no ganarán premios pero que en el futuro engancharán irremediablemente a todo aquel que se la encuentre por casualidad en televisión mientras zapea.

Una gran opción para disfrutar estos días entre el puente del 12 de octubre y la Fiesta del Cine (16, 17 y 18).