Lucrecia Martel, una directora de cine contra el mito de la esperanza como algo bello

  • Este viernes se estrena 'Zama', la cuarta película de Lucrecia Martel.
  • La prestigiosa cineasta ha visitado España para promocionar el filme, que está nominado al Goya a mejor película hispanoamericana.
  • Ha hablado con '20minutos' sobre su forma de ver el cine, la estructura narrativa impuesta porm Hollywood y la relación de las mujeres y el cine, entre otros temas.
Lucrecia Martel durante el rodaje de 'Zama'.
Lucrecia Martel durante el rodaje de 'Zama'.
Bteam Pictures
Lucrecia Martel durante el rodaje de 'Zama'.

Nueve años han pasado desde que la argentina Lucrecia Martel, una de las directoras de cine de mayor prestigio internacional, estrenara su última película, La mujer sin cabeza (2008). Ahora, casi una década después, vuelve al cine con Zama, un filme que gira en torno a la figura de un oficial español del siglo XVII que espera pacientemente su traslado de Asunción a Buenos Aires en reconocimiento a sus méritos.

A Martel le sorprende que todos los periodistas le pregunten por esta larga pausa, "quizás porque visto desde afuera parece que uno debiera filmar películas", pero para ella "nunca ha sido una compulsión". "Filmo cuando me parece que tengo algo para filmar, mientras, trato de vivir de otra cosa. No hago cine para ganar plata. En el medio estuve haciendo otras cosas muy divertidas para mí que quizás no son importantes públicamente", revela a 20minutos.

"Nunca llego a filmar tan seguido como para sentirme una profesional, siempre me siento muy amateur, y eso tiene ventajas". La principal, según la directora, es poder trabajar "sin pretensiones, tomando más riesgos".

Y los riesgos los toma, ya que sus largometrajes están muy lejos del cine de masas y los cánones narrativos de Hollywood."En Zama hay como cuarenta productores, porque ya nadie quiere poner mucha plata, arriesgarla con películas que saben que pueden ser difíciles para la explotación comercial", confiesa.

El filme está basado en la obra homónima de Antonio Di Benedetto, una novela en forma de monólogo interior, y no tiene una estructura narrativa convencional sino que juega con las sensaciones, las imágenes evocadoras y secuencias en las que conviven la decadencia, el surrealismo e incluso lo cómico.

La cineasta trata de "construir esos artificios que son las películas con un sistema con el que se pueden ver cosas que son difíciles de ver con la otra narrativa". "La otra narrativa te obliga a una visión del mundo muy concreta tipo acción, reacción. A mí eso no me sirve para las cosas que quiero contar", explica Martel.

"A mí me sirve construir las escenas no apoyándome tanto en el argumento sino en muchas cuestiones pequeñas, de actuación, de luz, de cámara, de elección de los objetos... para que el espectador se sienta en un universo particular y quizás dejando tiempo para que aparezca algo, una chispa. Pero es un esfuerzo en gran parte condenado al fracaso, porque ese algo a veces aparece y muchas veces no", confiesa.

La directora reniega de la idea de que los libros más argumentales son los mejores para hacer una adaptación cinematográfica: "hay un montón de libros que salen y ya sabes que va a haber una película, porque yo creo que el que lo escribe está tratando de hacer una película, pero después como lenguaje literario no pasa nada".

"El tratar de convertir una novela en una película es una idiotez, a mí siempre me lo pareció, pero otra cosa es cuando una novela te toma de tal manera que te parece que hay algo de lo que te produjo a vos que lo puedes transmitir, y entonces usas hechos de la novela y también otros para transmitir ese algo que te transmite la novela, que no es el argumento, es otra cosa, es algo sobre la vida, sobre la historia de la humanidad", reflexiona.

Zama trata, principalmente, sobre el poco sentido que tiene la esperanza, la idea de que "algo de tu sufrimiento, de tu esfuerzo, va a tener un sentido al final, y eso hace que no valga nada el tiempo presente". "Poner la zanahoria tan lejos hace que se desvalorice la experiencia del día a día, y eso se nota mucho en nuestra cultura. Pensemos que quitamos eso de nuestra cultura, que el sufrimiento no tiene sentido. Sería otro mundo. En cambio, el mundo de la esperanza justifica un montón de cosas. Eso es lo que dice Zama, es mejor no tener esperanza y vivir mejor. Si todo fuera más el presente seríamos mucho más cuidadosos, con uno mismo y con los otros", cuenta.

De este modo, Lucrecia Martel se posiciona como una figura cinematográfica casi opuesta a lo que suele llamarse "la industria del cine". No solo por su estilo, sus motivaciones y pretensiones sino también por el simple hecho de ser una mujer directora que ha logrado reconocimiento en todo el mundo. Sobre esta escasez de directoras, tiene claro que el origen se encuentra en "una matriz cultural que se creó hace mucho, que lleva tanto tiempo instaurada que está naturalizada, que casi no se ve".

"Natalie Portman tiene que hacer un chiste para que uno vea parte de esa matriz cultural, hay que patear el tablero para ver que estamos metidos en esta sopa", comenta en relación al comentario feminista que hizo la actriz en los pasados Globos de Oro ("y estos son todos los hombres nominados" [en la categoría de mejor director]).

Martel cree que la supremacía masculina en los festivales de cine, a los que asegura que detesta ir, radica en que muchas de las películas que se proyectan allí tienen tienen "un sustento narrativo que está un poco de acuerdo con esa matriz que ha puesto al hombre en un mejor lugar". "Entonces, la construcción narrativa de una película está tan en consonancia con esa matriz que obviamente los de esa matriz van a elegir esa película, y naturalmente va a haber más varones, y ese cine conforma la sociedad y todo es como una rueda que... Natalie Portman va a tener que estar todos los días haciendo un chiste para que nos demos cuenta de que estamos en esa rueda. Y ella misma, cuando envejezca y empiece a hacerse cirujías para ser eternamente joven y deseable -espero que no le pase eso- va a caer en esa matriz cultural de ser la mujer deseada -ojalá que no-".

"¿Y qué vamos a hacer?, ¿poner una pistola para que elijan a las mujeres? Yo me sentiría despreciada como directora si me eligiesen porque faltan mujeres y no porque aprecien lo que hago. Lo que hay que intentar, o lo que yo intento con mi trabajo público, es no avalar esa matriz cultural. El cine no es una cosa que cambie el mundo rápidamente, lo hace lentísimamente o no lo cambia. En lo que sí me siento comprometida y hay que actuar rápido y frenarlo como podamos es la violencia de género, porque eso sí es un espanto. No podemos esperar a que cambie la matriz, que será un proceso lento, porque no va a quedar ni una mujer viva", concluye contundente.

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