Cúcuta, la vía de escape de miles de venezolanos que huyen del país

  • Cada día se puede ver a miles de venezolanos huir por el puente internacional Simón Bolívar.
  • Conecta la ciudad colombiana de Cúcuta con la venezolana San Antonio del Táchira.
  • No todos huyen del país, también se usa en busca de alimentos y medicamentos.
Fotografía cedida por el diario 'La Opinión' donde se observa una vista aérea del Puente Internacional Simón Bolívar mientras miles de ciudadanos venezolanos cruzan hacia Cúcuta (Colombia).
Fotografía cedida por el diario 'La Opinión' donde se observa una vista aérea del Puente Internacional Simón Bolívar mientras miles de ciudadanos venezolanos cruzan hacia Cúcuta (Colombia).
EFE
Fotografía cedida por el diario 'La Opinión' donde se observa una vista aérea del Puente Internacional Simón Bolívar mientras miles de ciudadanos venezolanos cruzan hacia Cúcuta (Colombia).

En el puente internacional Simón Bolívar, que conecta a la ciudad colombiana de Cúcuta con la venezolana San Antonio del Táchira, se forma todos los días un hormiguero de gente que huye desesperada del país vecino para buscar la subsistencia al otro lado de la frontera.

Tan pronto se abre la frontera, con los primeros rayos del sol, miles de personas con la necesidad y la angustia estampada en el rostro cruzan a pie de San Antonio a Cúcuta y muchos de ellos lo hacen para no regresar, dejando atrás a sus familiares y su historia.

Alrededor de 35.000 venezolanos pasan diariamente este puente (cerrado desde hace más de dos años por el Gobierno de ese país al tráfico de vehículos) para poder suplir la escasez de alimentos, medicamentos y otros productos de primera necesidad que sufren.

En la mitad del puente sobre el río Táchira, que marca la frontera natural de los dos países, se puede ver a adultos en sillas de ruedas, bebés en brazos de sus padres y familias enteras que cruzan ante la atenta mirada de las autoridades colombianas.

Unos metros más adelante, ya en territorio colombiano, abundan los que se dedican a ganarse unos pesos ofreciendo todo tipo de servicios a los que llegan, muchos sin más equipaje que la esperanza.

Hay desde vendedores de comida o de billetes de autobús hasta porteadores que cargan el equipaje de los recién llegados, e incluso quienes ofrecen dinero a las venezolanas por su cabellera para venderla luego a fabricantes de pelucas y de extensiones capilares.

"Es triste abandonar tu país"

Entre la abigarrada multitud, bajo el sol canicular que caracteriza a Cúcuta, está Walter Páez, sentado sobre una montaña de maletas junto a sus tres hijos menores. El hombre espera que las autoridades colombianas le concedan refugio a él y a su familia, pero mientras tanto tiene una urgencia más apremiante: conseguir dinero para poder viajar en autobús a Bogotá, donde aspira a encontrar un empleo.

"Da nostalgia y tristeza tener que abandonar el país que lo vio nacer, lo vio criar sus hijos" dijo Páez con la voz ahogada por el desasosiego que le produce el dejar atrás toda una vida en Venezuela para buscar un futuro incierto como extranjero.

Páez, albañil de 40 años, se vio "obligado a buscar otro país" para mejorar su situación y la de sus hijos, uno de los cuales se quedó en Valencia (centro de Venezuela) con los abuelos, y confía en que una vez consiga trabajo pueda traerlos a todos.

En la zozobra en que se encuentra, a Páez le aterroriza pensar en la posibilidad de que sus hijos tengan que dormir en la calle, una dura prueba por la que han pasado miles de venezolanos que llegan a Colombia sin dinero, familiares o amigos que los socorran, y no les queda más que instalarse a la intemperie en espacios públicos.

Muchos ven a Colombia como la entrada a la vida digna que no encontraron en Venezuela o como escala para seguir su azaroso viaje a otros países como Ecuador, Perú, Chile o Argentina, en busca de prosperidad.

También hay los que confían en que la situación en Venezuela cambie en el corto plazo y por ello dedican su tiempo a trabajos varios y al comercio informal en Cúcuta, con la esperanza de ser los primeros en regresar.

Dar a luz en Colombia

Es el caso de Angelina Guillén, de 25 años, que se vino a esta ciudad para dar a luz a su hija. "Vine a parir acá porque allá no había gasa ni siquiera, además de que hay muchas bacterias (en los hospitales) y se puede complicar el embarazo", contó.

Guillén, que se gana la vida vendiendo dulces en las calles y pidiendo limosna, asegura que la situación es tan crítica que tras el parto optó por quedarse en Cúcuta para poder alimentar a su bebé que ya tiene dos meses.

"Allá estaba comiendo muy mal y aquí me alimento mejor, así sea pidiendo en la calle", afirma y, pese a que tiene la ilusión de que su país vuelva a ser tan próspero como lo recuerda, siente que en Colombia encontraron algo de esperanza.

"Aquí no tenemos un hogar, pero sí tenemos el alimento para nuestros hijos", concluye Guillén con resignación.

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