Desde los cuatro años que empezó a bailar María Pagés no ha parado. La sevillana, pasada la cincuentena, es una de las grandes del flamenco. Viaja a Inglaterra con su personalísima versión de Yo, Carmen.

El Flamenco Festival arranca eel 14 de febrero en Estados Unidos y en Inglaterra, ¿algún temor?

La sensación depende más del escenario que del lugar. El reto para nuestra compañía, que es independiente y con la que llevamos ya 30 años, siempre ha sido el mismo: que el flamenco se valore tal como es.

¿Y cómo es?

Se trata sobre todo de poner en valor lo que tenemos en las manos, y que no siempre es bien conocido. Hay una resistencia, hasta en España, hacia el flamenco.

¿Por ejemplo?

Se escuchan cosas terribles, es una tragedia, porque es un arte que ha tenido una trayectoria, un arte popular que ha ido subiendo escalones. Nació en lugares marginales y algunos siguen viéndolo así.

¿Cuánto queda de esa asociación?

Cada vez menos se asocia el flamenco a gente de mal vivir y que bebe y todo eso. En dos generaciones más, ya se habrá pasado del todo esa imagen estereotipada. Pero ha de resistir este arte y que no dé pasos atrás.

¿Ve pasos atrás?

Sí, porque no todos lo conocen y algunos se resisten por ese sentido conservadurista que tienen.

¿Como mujer, y no solo en el flamenco, queda mucho?

Sí, la mujer no está todavía en el lugar que debería. Y no es solo la mujer, ha de ser la sociedad, porque la igualdad es una labor de todos. La mujer no ha de luchar sola, eso no es así, todos hemos de luchar juntos.

En Yo, Carmen, el espectáculo que llevan al Flamenco Festival, le han dado en ese sentido una buena vuelta a la mujer...

La hicimos mi marido y yo, no fue una versión hecha por una mujer, hemos trabajado los dos. Está tratado por el yo del hombre y la mujer. No podemos seguir pensando que la mujer ha de lograrlo ella sola, es una cosa en la que todos tenemos que empujar. Porque la igualdad es una cosa de todos.

Han puesto especial hincapié en una mujer real.

No es una mujer inventada por un hombre. No es la mujer como objeto, le hemos dado un sentido mucho más universal.

¿Cómo es esa mujer?

Una persona que decide, que desea, que es fuerte y es frágil, que es perdedora y es ganadora.

¿Un yo colectivo?

Sí, un yo que quiere aglutinar a todas las mujeres. Estuvimos investigando dos años, y con mujeres de todo tipo, y vimos que hay cosas que a todas nos unen, que todas estamos en lo mismo.

¿En qué?

Una mujer africana, una japonesa, una española reflejan anhelos, inquietudes tan parecidos que no sabrías de quién es cada voz.

¿Qué hay de usted?

Mucho, no podría haberlo hecho antes de esta edad, no tenía toda esta experiencia. Cuando cumplí 50 años supe que podía hablar de la mujer. Era y es una responsabilidad muy grande.