El IVAM saca a la luz el Miró más radical y combativo

  • 'Joan Miró, orden y desorden' reúne unas 200 obras entre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles y piezas vinculadas a las artes escénicas.
  • La exposición pretende mostrar una visión completamente diferente a la que hasta ahora se ha ofrecido del pintor coincidiendo con el 125 aniversario de su nacimiento.
Una panorámica de una de las salas de la exposición 'Joan Miró, orden y desorden' que puede verse en el IVAM hasta el próximo 17 de junio.
Una panorámica de una de las salas de la exposición 'Joan Miró, orden y desorden' que puede verse en el IVAM hasta el próximo 17 de junio.
INSTITUT VALENCIÀ D'ART MODERN
Una panorámica de una de las salas de la exposición 'Joan Miró, orden y desorden' que puede verse en el IVAM hasta el próximo 17 de junio.

¿Tiene un artista tan conocido y tan presente en el imaginario colectivo como Joan Miró capacidad a día de hoy para seguir sorprendiéndonos? Pues eso parece. La prueba la podemos encontrar en el Institut Valencià d'Art Modern IVAM, donde acaba de inaugurarse Joan Miró, orden y desorden, una exposición que nos presenta al artista más radical y combativo.

La muestra se presenta como la ocasión ideal para descubrir a un Miró "que sigue vivo" y una visión completamente diferente a la que hasta ahora se ha ofrecido del pintor catalán. "No queríamos hacer un mausoleo para un genio, sino reflejar el espíritu crítico y el cuestionamiento del arte que le caracterizó. La obra de Miró está viva y él sigue vivo a través de ella", ha declarado el director del IVAM, José Miguel G. Cortés, durante la presentación.

La exposición, que podrá admirarse hasta el próximo 17 de junio, reúne unas 200 obras entre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles y piezas vinculadas a las artes escénicas, que demuestran esta radicalidad así como la plena vigencia de su discurso artístico.

Miró, que en una ocasión llegó a confesar que le gustaría asesinar la pintura, encontró su verdadero camino con su llegada a París en los años 20. Harto de la esclavitud que suponía para él el aprendizaje de las técnicas tradicionales, consiguió la liberación a través del surrealismo y el subconsciente.

Con el objetivo de que el espectador sea consciente de ese "dolor creativo", en la primera sala de la exposición se reúnen obras que formaron parte de su primera exposición, "un auténtico fracaso ya que no vendió nada", confiesa el comisario Joan M. Minguet.

A partir de ahí, la muestra aborda el choque entre el orden y el desorden y los "ingentes deseos de experimentación que le llevaron a crear un alfabeto visual propio aparentemente sencillo, pero de gran profundidad".

De esa lucha entre la realidad y el mundo propio de Miró son obras como Composición (mujer, tallo, corazón), de 1925, o Pintura (sobre masonite), de 1936, y una selección de obras procedentes de museos como el Reina Sofía o Róterdam.

Sus momentos más artísticamente combativos, sin embargo, todavía estaban por llegar. En 1973 presentaría la tela rasgada con unos cortes que los expertos llaman "el Fontana de Miró" y al año siguiente, en su exposición para el Gran Palais, daría a conocer su serie de telas quemadas, con las que "llevó la radicalidad al extremo" y, en cierto modo, cumplió su sueño de "asesinar" la pintura.

La exposición también refleja el orden y el desorden en otros lugares de la creación mironiana como el cartelismo, su performance pictórica en el colegio de arquitectos de Barcelona, su trabajo en la obra 'Mori el Merma', su visión de las artes escénicas (el ballet, el teatro de títeres) como una prolongación de su obra o su labor en el campo de la cerámica.

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