Empiezo a tener la oscura e inquietante sensación de que al final va a dar igual en qué formato comparezca o responda el presidente del gobierno a las cuestiones relacionadas con las tramas de corrupción. Puede ser una pregunta parlamentaria en una sesión de control de un miércoles cualquiera sobre la Operación Lezo, puede ser una comparecencia como testigo en la Audiencia Nacional cualquier mes de julio de estos para hablar del Caso Gurtel, puede ser incluso un pleno extraordinario en el Congreso de los Diputados como el celebrado este miércoles o puede – ya puestos - ser una comisión de investigación parlamentaria a la que tendrá que acudir Mariano Rajoy sí o sí.

En democracia las urnas dan y quitan razones: son la prueba del algodón de las gestiones, de los legados, de los mandatos y de las legislaturas. Pero en política, las urnas son sólo una parte del engranaje. Dan y quitan presidencias del gobierno sí, pero no vacían de contenido las estrategias legítimas de la oposición que, visto lo visto este miércoles, sigue ávida de respuestas a un montón de preguntas que creen que están sin solventar. La corrupción nos seguirá dando grandes tardes y muchas mañanas de gloria, pero si alguien aspira a cambiar al inquilino de La Moncloa tendrá que pensar en buscar mayorías alternativas con mociones de censura incluídas, o en esperar a elecciones generales. El resto se va a quedar en fuegos de artificio agostiles. Mucho ruido y minutos de tribuna y pocas nueces. Bienvenidos al nuevo curso, prepárense para los mismos vicios.