OPINIÓN

¿Navidad o fiestas de invierno?

Carlos G. Miranda.
Carlos G. Miranda.
CARLOS G. MIRANDA
Carlos G. Miranda.

Estas navidades tocamos a 633 euros por cabeza. Eso es lo que dice el “Estudio de Consumo Navideño 2017”, elaborado por Deloitte, no sé si para mantenernos informados o para empujarnos a que cumplamos las expectativas. Un aumento así del consumo revitalizará la economía de nuestro país, que falta le hace, aunque  en muchos bolsillos también dejará rotos que, con suerte, se acabarán de remendar para cuando llegue la Semana Santa. Ya se sabe que están mucho menos de moda las pagas extra que los contratos de falso autónomo… Lo bueno es que el estudio dice que invertimos una pasta en ágapes, lotería y viajes, pero en lo que más gastamos es en regalos. En concreto, 252 euros. Somos consumistas, pero, al menos, somos generosos.

Los niños son los que se llevan la mayor parte de esa felicidad envuelta en papel de regalo. En mi época, llegaba después de que las figuritas de sus Majestades recorrieran el Belén; cada mañana, movía un poquito los camellos, que solían perderse unos días por el castillo de He-Man, pero al final acaban en el portal la noche del cinco de enero. El que no llegaba nunca era Papá Noel, al que conocía de los anuncios de la tele, pero me sonaba casi exótico. En mi barrio había pocas chimeneas, así que se colaba en una de cada diez casas. El caso es que, en los últimos años, a Santa le va mucho mejor el negocio en nuestro país y ya tiene sedes en casi todas partes.

Fueron mis sobrinas las que me dejaron claro que Papá Noel podía entrar en mi casa y dejar regalos, aunque yo tuviera radiadores y no chimenea. Al parecer, el tío contaba con una llave mágica con la que abría las puertas de las casas de todos los niños de su colegio. Intenté convencerlas de que yo tenía una alarma buenísima que detectaba cualquier allanamiento de morada que no fuera de los Reyes Magos, pero acabé por rendirme. En realidad, el gordinflón de la barba es más práctico, que llega antes y así los niños tienen tiempo para disfrutar de los juguetes todas las vacaciones. Pero, claro, sus Majestades tampoco iban a dejar de venir, aunque fuera para dejar un detallito… Total, que entre los de Oriente y el del Polo Norte, el gasto en regalos navideños ha subido. Los enanos se ponen tan contentos que te merece la pena aflojar la cartera, pero el problema viene cuando la tienes tiritando.

Según otro estudio, casi 13 millones de españoles se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social. Son muchos los que no tienen 633 euros para gastarse en estas fiestas, a pesar de que un 71% de ellos cuentan con estudios de secundaria y un 15% superiores. Me refiero a los nuevos pobres españoles, que igual no duermen en cartones, pero no comen carne ni pescado. Les llaman los hijos de la crisis y reciben el mismo mensaje que nos llega a todos estos días: para disfrutar de la Navidad hay que consumir, a lo bestia.

Si Chencho, el niño de La Gran Familia, se perdiese ahora en la Plaza Mayor, no sería porque iba con el abuelo a por una figurita del nacimiento. Si acaso se compraba una peluca -¿en qué momento los pelos de colores se convirtieron en un símbolo navideño?-. Después de encontrarlo, toda la familia se iría a celebrarlo al Primark, haciendo la cola para entrar con una sonrisa porque iban a llenar por dos duros bolsas con un montón de cosas que no sabían que necesitaban.

Estas fiestas, con sus misas del Gallo y el pobre sentado a la mesa, como antes, ya no son. No digo que eso sea malo, ni tampoco bueno; lo que está claro es que la sociedad ha cambiado y que igual Carmena y Colau solo son consecuentes al eliminar la palabra Navidad de sus Christmas. La celebración de estas fechas se ha transformado en algo, pues, más de esta época. Es cierto que hay  tarjetas de crédito echando fuego, y que esto nunca debería ser una orgía del consumismo, pero también hay reuniones familiares, alegría y Whatsapps (demasiados) deseando lo mejor.  Si lo que se felicita es la Navidad o las fiestas de invierno, eso ya será cosa de cada uno. Lo importante es que podamos celebrarlo todos.

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