CÉSAR-JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Rascacielos de madera

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, las casas en Fuerteventura eran todas de una planta, humildes, sin ventanas ni habitaciones, con suelo de arena y techo de barro. Y que un buen día llegó un indiano soñador con una revolucionaria idea: levantar una vivienda de dos plantas. Loco, enajenado, chiflado, estás como una jaira, más zumbado que una cabra. Contra todo y contra todos se empeñó y lo logró. Levantó en Tindaya la Casa Alta, dos pisos, varias ventanas, incluso un balcón. Feliz tras conseguirlo, trepó a lo alto de la montaña mágica para ver desde la cumbre su gran obra destacando orgullosa por encima de las humildes viviendas de los demás, mentecatos, necios. Pero ya nunca bajó. Apareció muerto, dicen unos que debido a la emoción, dicen otros que en castigo a su soberbia.

La historia viene de lejos. Recuerda al galimatías bíblico de la Torre de Babel, ese edificio con el que pretendimos llegar hasta el cielo pero solo logramos riqueza lingüística. "Citius, Altius, Fortius" (más rápido, más alto, más fuerte) es el lema olímpico y vital de nuestra especie.

El primer rascacielos de la historia se construyó en Chicago en 1884 y solo tenía 10 plantas. Para alcanzar tan infrecuente altura fue necesario contar antes con importantes avances técnicos como el acero y el hormigón, pero también con el ascensor.

El primero español fue el edificio Telefónica de la Gran Vía madrileña (1929), 15 discretos pisos, suficientes para ser conocido popularmente como ‘la Torre del ¡Coño!’ palabra que repetían impresionados los recién llegados al ver su inusual altura. Una nimiedad frente a los 163 pisos y 828 metros del edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa de Dubái. Apenas nada frente al gran reto arquitectónico puesto ahora mismo en marcha en Tokio, levantar un rascacielos de 70 plantas y 350 metros ¡todo de madera!

"Se caerá por el peso", "se prenderá fuego con una cerilla", "se pudrirá con la humedad", aseguran los agoreros. Pero están equivocados. Si hace 100 años la revolución constructiva fue el hormigón, en el siglo xxi lo está siendo la madera, técnicamente tratada para hacerla más robusta que el acero, más ligera y flexible, incombustible, eficiente, aislante, duradera, antisísmica, de rápida instalación y, lo más importante, medioambientalmente amigable. Si procede de bosques gestionados con criterios de sostenibilidad, cuanto más se utilice, más y mejores masas forestales habrá en el planeta, más estaremos luchando contra el cambio climático pues son almacenes de CO2, mejor se vivirá en las zonas rurales gracias a sus beneficios, mejor conservada estará la biodiversidad. Esas casas combinan un elevado confort interior con un consumo de energía muy bajo, casi nulo, y a un precio asequible.

Suena a moda pero no lo es. El hasta ahora mayor edificio de madera construido en el mundo es una residencia estudiantil en Vancouver de 18 pisos y 53 metros de altura. Toda la estructura se levantó en apenas 70 días. Otros semejantes se alzan por todas partes. En el barrio de El Viso de Madrid se construye en madera un inmueble residencial de 19 metros de altura. En Hondarribia (Guipúzcoa) se concluye en ese material un edificio de cuatro plantas con 65 viviendas de protección oficial. Y una cooperativa erige en Barcelona el edificio de madera más alto de España, siete plantas y 28 pisos. No es una moda. Es una necesidad.

Thoureau, uno de los primeros ecologistas e indignados de la historia, también se hizo una cabaña de madera junto al lago Walden, donde en 1845 vivió algo asalvajado durante dos años, dos meses y dos días. Se fue a los bosques porque quería "vivir deliberadamente". Hoy volvería a construirse su casa en madera, ya como reivindicación medioambiental de un material que añade confort para nosotros y las demás criaturas de la Tierra. Porque como dijo sabiamente, "de qué sirve una casa si no se cuenta con un planeta tolerable donde situarla".

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