Últimamente el comentario entre compañeros y amigos es el mismo "¿Qué tal tu padre?" "¿Tu suegro cómo va?" Todavía seguimos durmiendo mal algunas noches porque nuestros hijos tosen o tienen fiebre y estamos empezando ya a desvelarnos por la salud de nuestros padres. Es lo que toca, es esa época tan fea en la que los tuyos, de repente, se han hecho mayores y hay que cuidarles. Cuesta emocionalmente, cuesta muchísimo porque han sido tu pilar hasta que te has hecho adulto, hasta que has formado tu propia familia.
Es a ellos a los que has preguntado siempre cómo se hacía eso de la ITV, si cuando te pedían la nómina para el alquiler había que dar la de ese mes o la siguiente, cuáles eran los trámites para cambiar el empadronamiento o el truco para que la ropa no saliese tan arrugada de la lavadora. Independizarse a muchos kilómetros de distancia con 22 añitos generaba un montón de dudas que, en ese momento, sólo tu padre o tu madre te podían aclarar. Pero los años pasan tan rápido que a quien llamabas para pedirle consejo ahora apenas te oye por el teléfono.
El otro día comentaba con una compañera que envejecer nos va a salir caro, que no estamos preparados como sociedad. No hemos previsto que cada vez vivimos más, y que médicamente somos capaces de recuperar a enfermos que han sufrido un derrame cerebral o un cáncer. Hemos logrado que enfermedades o crisis puntuales no supongan necesariamente la muerte, pero no hemos previsto soluciones para lo que ocurre después. Para solucionar cómo se va a atender a ese enfermo que con 85 años ha logrado superar un ictus pero se ha quedado en silla de ruedas y su casa no está ni preparada ni es compatible con ese nuevo elemento de su vida.
No hay soluciones para atender a esos enfermos que, sin estar graves, necesitan atención las 24 horas del día porque su enfermedad, o las secuelas de su enfermedad, les han dejado como enfermos dependientes. No todo el mundo se puede permitir pagar una residencia o mucho menos una persona para que te atienda en casa. Y cuando no hay recursos económicos son las familias las que hacen un esfuerzo titánico para estar ahí, cuidando de quienes hace mucho tiempo les cuidaron a ellos. Haciendo turnos de día y de noche, sacando horas de un día que no tiene más minutos. Haciendo muchos kilómetros en coche para no dejar a tus hermanos con toda la carga del cuidado de tus padres.
Éste es el día a día de muchas personas. Solo deberíamos ponernos un poco en su piel para sentir su angustia, su tristeza y esa sensación de que el futuro no es nada alentador. Sólo el cariño y la empatía pueden mitigar algo esa zozobra. Llegar a una edad sin salud, compañía y dinero es una penitencia demasiado dura para poco pecado. No pienses que esto no te afecta. Una vez me dijo mi padre: "Ya pasarás por mi puerta y si no malo".
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios