Fui el primero en exigir a Antoine Griezmann que diese la cara y que fuese sincero con la afición del Atlético de Madrid, que le adoraba. Que se dejara de rodeos y de cuentos. Que dijera que su tiempo como rojiblanco se había terminado y admitiera que quería buscar otros horizontes en lugar de engañar a sus seguidores. Que hablase, porque todos le entenderían.

A Griezmann le agradecerán eternamente en el Atlético que se quedara, primero tras perder una final de la Champions League y luego, al verano siguiente, cuando el club fue castigado sin fichar. Eso nunca se podrá olvidar. Pero también se recordará que flirteó con el FC Barcelona, que además se paseó con él del brazo por la verbena. Y lo peor es que no lo negó.

Mire, Don Antoine, seguramente a los rojiblancos les gustaría que siguiera, pero después de su actuación en Lyon... váyase si eso es lo que quiere. Gracias por sus goles y por su entrega en todos estos años vestido de rojiblanco, pero si cree que en otro lugar será más feliz… que usted lo disfrute.

Sepa usted que, como antes sucedió con Forlán, el Kun Agüero o Falcao, después de sudar la camiseta, marcar goles, levantar copas y dejar millones de euros, el Atlético ha seguido ganando, perdiendo, cantando goles y levantando copas. La historia del club es mucho mayor que cualquier individuo que no quiera seguir haciéndola aún más grande. Los rojiblancos le darán las gracias y le desearán buen viaje.