Bitcoin muestra signos de burbuja: subidas de precio que hacen millonarios a los primeros en entrar, desplomes, carreras de empresas, bancos y gobiernos por incorporarse a la marea o hasta la dificultad de explicar su utilidad real indican un mercado en ebullición, un inminente colapso.
Lo vimos con internet, con los navegadores y los portales, con las puntocom o las redes sociales y una larga lista de tecnologías que iban a revolucionar el universo. Mucho quedó en nada. El pasado de la innovación está lleno de cadáveres técnicos y empresariales; de promesas sin cumplir, de inicios sin fin. Puede que Bitcoin acabe en nota a pie de página como Netscape, Boo.com, el Push o Geocities.
Es difícil imaginar otro destino a criptodivisas como dogecoin, basada en un meme de perros y con un valor estimado en 2.000 millones de dólares, u otras aún más 'exóticas'. Es posible que Bitcoin desaparezca. Pero ojo, porque puede ser también una revolución. La propia internet fue ambas cosas y el hecho de que muchas empresas cayeran en la primera burbuja.com no ralentizó el crecimiento de la red.
Tal vez los límites del bitcoin o la febril especulación acaben con esta hornada de criptomonedas. Pero la tecnología Blockchain es revolucionaria: un nuevo modo de gestionar la confianza y el riesgo en cualquier mercado sin necesidad de un controlador. Esto supone un cambio radical en el modo de funcionamiento de la economía mundial; uno que distribuye el poder y lo descentraliza. A lo mejor Bitcoin desaparece y triunfa, después de muerto.
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