Los precios del alquiler están en plena subida y de nuevo se están disparando las alarmas sociales. Este incremento está afectando a los cascos históricos de las grandes ciudades, donde el valor de un piso o un apartamento se puede multiplicar varias veces si comparamos el precio del alquiler a largo plazo y las rentas que se obtienen en las plataformas de viviendas turísticas.

El problema clave es que la demanda de este tipo de viviendas se concentra en los distritos centrales de las ciudades donde es prácticamente imposible incrementar la oferta de vivienda. Por lo que se está produciendo un desplazamiento de las viviendas de alquiler a largo plazo hacia el régimen de uso turístico.

El efecto desplazamiento lleva a la población en busca de alquiler a nuevos barrios, con lo que genera un efecto cascada que explica el auge de los precios en distritos con precios tradicionalmente más bajos. De momento, este fenómeno está afectando sólo al alquiler, pero si el precio de los pisos de alquiler se incrementa, el valor de la propiedad inmobiliaria como inversión crece: el valor de cualquier activo tiende a equivaler al valor de las rentas que genera a largo plazo.

Si los alquileres siguen creciendo, no es descartable que el precio de la vivienda en propiedad siga el mismo camino. La política de incrementar la oferta de vivienda construida nos puede llevar de nuevo al crecimiento basado en el ladrillo. La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué pasará cuando el boom de las viviendas turísticas desaparezca? ¿Cómo se rentabilizarán entonces las inversiones en segundas y terceras viviendas? ¿Cómo se pagarán esas hipotecas? Es mejor actuar ahora.