ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

Su relato, gracias

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

Si les dijera que uno de los nominados para los premios de Innovación de la famosa Feria de Tecnología (CES) que se celebra estos días en Las Vegas es una máquina que imprime relatos en papel..., creerían que probablemente me he equivocado con las nominaciones de 1980, por ejemplo. Pero nada de eso. El dispensador de relatos de la editorial online francesa Short Edition es definitivamente una de las invenciones destacadas por el prestigioso jurado del CES en la categoría de tecnología para un mundo mejor de este año. Y es que los creadores de la nueva maquinita presentada en las Vegas se han propuesto: 1) llevar la literatura en pequeñas dosis –y de forma juguetona– a cualquier esquina del mundo; 2) entretener gratuitamente nuestros tiempos de espera o de relajo en aeropuertos, cafés, estaciones u hospitales, y 3) ayudarnos a levantar alguna vez la vista del móvil, que no es poco.

El dispensador de relatos funciona de modo parecido a una máquina de café, pero con solo tres botones: 1 minuto, 3 minutos o 5 minutos. El usuario selecciona el tiempo del que dispone en ese momento para disfrutar de una buena lectura, y la máquina le imprime gratis un relato, fábula o poema de esa duración en una hojita más o menos larga de papel térmico que no requiere tinta (parecido al ticket de caja de una tienda o restaurante). Para ello, el dispensador selecciona aleatoriamente una de las 85.000 obras de los hasta 7.500 escritores incluidos en la base de datos. En su mayoría, se trata de autores que han sido seleccionados por el público de entre los miles que publican regularmente en la plataforma digital de Short Edition y que han aceptado tomar parte en la iniciativa. Pero también podemos encontrar clásicos libres de derechos como Shakespeare, Virginia Woolf o Guy de Maupassant.

La primera máquina dispensadora de Short Edition hizo su debut en 2015 en el ayuntamiento de Grenoble, una ciudad francesa con fuerte tradición cultural cuyo alcalde saltó a los titulares hace unos años por prohibir la publicidad en las calles. Los cofundadores de la editorial gala no las tenían todas consigo en el lanzamiento de esta primera experiencia piloto, pero el gran éxito de su iniciativa supuso la rápida extensión del proyecto a otros 150 puntos en Francia: aeropuertos como Charles de Gaulle en París o Saint Exupéry en Lyon, el Museo de Orsay, las galerías comerciales Lafayette o hasta 40 estaciones de tren por todo el país.

Ahora los responsables de Short Edition se concentran en su expansión fuera de las fronteras de Francia. El salto al otro lado del charco tuvo como embajador de lujo al gran director Francis Ford Coppola, amante declarado de los relatos (fundó una revista de este género en 1997) y dueño del Café Zoetrope en San Francisco, donde se instaló la primera dispensadora de Short Edition americana. Y, tras su presentación en la Feria CES de las Vegas esta semana, otras 20 dispensadoras harán pronto su aparición en diferentes establecimientos de EE UU, añadiéndose a las que ya imprimen relatos en Hong Kong, Australia o Guinea Conakry.

Sus nuevos propietarios deben pagar de 300 a 500 euros por mes por el mantenimiento y customización de las máquinas, como, por ejemplo, incorporar el logo de la empresa/local en el aparato, añadir algún anuncio en la hoja del relato, o incluso personalizar la base de datos de historias (la compañía nacional de trenes de Francia, por ejemplo, pidió una selección de relatos de amor para el día de San Valentín...). Unos ingresos que Short Edition reparte con los autores de su plataforma, incentivando así la creación de más relatos y poemas para añadir a la base de datos. De su calidad y variedad, precisamente, depende el éxito de la nueva propuesta: según sus creadores, uno de los atributos que más valoran los usuarios es el carácter aleatorio e inesperado de sus pequeñas propuestas literarias.

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